Injusticia.
Hay unos ojos que no quiero ver más nunca. Y son aquellos que no sean los tuyos. Cariño, no estoy dispuesta a volver a verte si no es con amor tu mirada, si no es con caricias y un beso tu saludo. Si te soy honesta, ya ni sé a quién le escribo. Porque sé que hace mucho te fuiste, y porque sé que yo, aun volviendo, no puedo volver. Cariño, me dejaste tirada masticando el amor que te tenía, como quien es abandonada en una isla y se ve obligada a mutilar su propia mano para tener algo que comer. Así yací —eternamente— durante mil noches que fueron mi espera por unos malditos siete días, sin saber a qué lápida llorar. Y cuando finalmente me diste la ubicación del amor que mataste, no me sentí ni un poquito mejor, pero pude moverme hasta allí y entender que por tener fe fue que perdí. Quisiera no haber confiado ni un poquito, porque este maldito amor es muy grande y yo sola no puedo con él. Está malcriado, hastiado de divagar, y aunque le diga que por favor se hunda en el río c...