Mi historia entre tus dedos.
Entre los surcos de tu palma, mi alma descubre un bosque dormido. Tus dedos, altos árboles que me guían. Allí, entre el índice y el pulgar, hay una cueva tibia donde me escondo del mundo, y las hojas susurran con cada gesto que haces.
Cuando tus dedos se cierran sobre los míos, se abre un portal: me encojo, paso por el umbral, y aparezco en una ciudad escondida hecha de líneas de piel, donde los latidos son faroles, y los poros, ventanas que respiran.
He construido una casita debajo de tu pulgar. Tiene techo de ternura y ventanas de risa. Desde allí te contemplo, mientras hablas, sin saber que llevo horas viviendo en ti.
Entre tus dedos brotan flores invisibles cuando me tomas de la mano. Yo las cuido, las riego con risas, y me tumbo en su sombra mientras tus dedos juegan con los míos.
Soy tan pequeña cuando me tocas, que quepo en la grieta más ínfima de tu tacto. Allí me arrullo con tu calor, y escribo cartas diminutas en tu piel con mi alma.
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