El hastío de un amor vulnerable.
Últimamente he sentido a mi cuerpo batallar contra tanta tristeza,
que mi piel ardida no puede hacer más sino erizarse,
esperando sacudirse el mal por esos poritos levantados.
He sentido el hastío
de un amor que siente que el techo de su hogar le queda corto.
He sentido al miedo
rasgar mi estómago.
Quisiera esperar a que se me pase este miedo,
que me quiere hacer hundir
y que me quiere hacer correr...
Y no puedo sostener ninguna de las dos acciones,
dados los músculos atrofiados que me quedan.
He sentido el hastío
de un amor que siente que el techo de su hogar le queda corto.
El pobre se duerme esperando amanecer sin frío,
y aunque en el día sabe fingir y no mira hacia arriba,
en la noche no puede evitar notar
que una parte de sí no duerme bien:
aterrado de la naturaleza,
de la lluvia,
del viento,
de los insectos,
y de la soledad que representa
ser tan grande
y a la vez tan vulnerable
en un espacio que ni te da cobijo,
ni te da salida.
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