¿Te alcanza el orgullo para tanto dolor?
¿En cuántos idiomas se traduce la tristeza?
ni siquiera en español logre diferenciarlos.
Anhelo dormir, y ya ni para eso me sirve el cansancio que dejan las lágrimas,
los párpados hinchados, y el tartamudeo en la respiración...
... ... ... ...
Ay, mi niña… tiempo sin verte por acá.
Veo que aún te quedan entrañas por joder, aunque ya no te pasa desapercibido el peso de la desilusión.
Lo noto enseguida.
Nadie te lo dice, pero la desolación suele disfrazarse de cerezo:
con esa percepción de belleza efímera,
con esa creencia de que la vida —lo que equivale al dolor— también lo es.
Pero, cariño, mientras tus ojitos brillan con la esperanza de que todo pase,
la aflicción echa raíces imposibles de arrancar de tu centro.
Y ahí te deja, con apenas un hilo de espacio para la evasión que tanto te ha sostenido.
¿Y ahora?
¿Cómo piensas escapar de la realidad que se acaba de desnudar?
Porque ser adicta a las mentiras es una cosa…
pero ser adicta a que te mientan, mi niña, es otra muy distinta.
Con tantas entrañas por pudrirse,
y con tan poco espacio para esconderlas,
¿hasta cuándo piensas llorar cada vez que ves la verdad?
Una maldición creada por vos misma, mi niña.
Tú solita.
¿Te alcanza el orgullo para tanto dolor?
Entonces dime, cariño:
¿Hasta cuándo piensas llorar cada vez que ves la verdad?
Cada vez que no te eligen, que no te ven,
o cada vez que, simplemente...
para el resto del mundo no existís.
¿Por cuánto tiempo más le guardarás un espacio tan grande al mundo,
para que, de regreso, no guarde ni un suspiro de esencia de nobleza por vos?
Comentarios
Publicar un comentario