El cuerpo solo fue el eco.

¿Qué haremos con esto?
Preguntas.

Me miras a los ojos,
descubriendo un espejo que expone cada uno de los pecados
—cometidos y por cometer—.

¿Ser cómplices?
Quise decir.
Pero no sé quién tenga el límite —o el miedo— más cercano.

Porque decidimos encender, a toda costa, el fuego.
Porque quitamos miradas,
porque hubo distancia,
y porque el mechero no quería hacernos el favor de encender los cigarrillos.

Aun así, saboreamos melodías
y escuchamos la nicotina consumirse.

-Si no fueses tú- 
Cariño, pero si yo quiero que me beses específicamente porque soy yo.   

A todas estas, podría decir:
Caímos, y no por deseo… sino por encontrar, en el error, un reflejo que nos entienda.
Y podría ser, en parte, verdad.
Pero la verdad tiene tanto pecado
que me avergonzaría no exponer la rendición
ante la lujuria de una conexión que trascendía el cuerpo.

Que la entrega terminó expresándose en la piel, sin principio ni final,
porque el deseo ya existía mucho antes del roce,
y la intención permanecía incluso después del último del cigarro consumido.

El cuerpo solo fue el eco.

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