Ya no eres.

No te imaginas lo que anhelo estar junto a vos... 

Y no te imaginas el sufrimiento de los pedacitos que quedan de mí cuando recuerdan que vos ya no existís. 

Que ya no eres... 

Anhelo que vuelvas, y luego caigo a tierra con esta realidad: No puedes deshacer el cataclismo que se creó a consecuencia de tus actos. Y me mata esa realidad cada vez que la pienso, o que la asumo (que en mi cuerpo sucede unas 24 veces al día, recordando a desgarros tu decisión de estar en otros brazos que no son los míos. Tu decisión...)

Ya no te veo como la persona que decide quererme, ni que decide protegerme. 

Porque ya no eres. 

Ya no fuiste. 

Ya hiciste totalmente lo opuesto. 


Ya no eres refugio, mucho menos un hogar... 


Ahora eres una amenaza en contra de mi bienestar, una amenaza emocional. 

¿Por qué volvería a confiar? Si te di todo el poder para destruirme, junto con indicaciones para no hacerlo, y aún así lo hiciste.

No confío en ti, no confío en tus intenciones, ni en tus acciones (Que la mayoría me hirieron, y unas cuantas terminaron por destruirme). 


Anhelo estar con quien un día estuve, en quien algún día confié y consideré mi lugar favorito en todo el universo. 

Mi universo favorito. 

Pero ya no eres...

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