Creí obtener la misericordia de Dios.
Ayer sentí varias veces que moría. Me dejé caer cada una de las veces... Incluso podía sentir cómo mi corazón se rendía lentamente, y mi estómago estaba nervioso, inquieto, no le culpo igual, yo también lo estaba un poco. Pero mayormente era alivio... Por fin, todo este suplicio finalizó -pensé-, no más cuitas, no más. Gracias, señor, por tenerme misericordia y terminar con este insostenible, agonizante dolor. Yo sólo quiero irme, sea lo que sea que eso signifique. La vida seguirá, hice las pases con esa realidad, ahora lo que quiero es que sólo la mía se extinga.
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