Veintialgo de marzo.

 El peso del pasado mi asfixia tal cual tres mil sacos de arena encima de mi pecho.


Quiero olvidar y no me dejan... Como si nadie hubiese cometido errores nunca. Como si los míos fuesen tan terribles como para condenarme toda una vida...

Necesito escapar de acá antes de que todo esté peso termine con mi vida.
No soporto el peso, ni la presión, ni los recuerdos, ni la nada...

Ellos me rompieron tres mil veces, y tres mil veces más lo seguirán haciendo. Es el mismo hábito, como el mío de sentir un hastío de vez en cuando y pensar en toda la muerte que me rodea, toda la muerte que me llama serenamente, paciente, tan dulce como un buen sueño eterno...

No confío en ellos, ni confío en mi, ni puedo confiar en nadie más que en el dolor que me ha rodeado toda esta vida, lo único que ha estado presente en este mundo tan frío y cínico que no soporto, que a veces intento medirme a él y me asqueo, no logro... El dolor que no ha sido poco me susurra que es incesante. Que ellos no tienen idea de lo que me quebré ni de las veces que pasé sin dormir, pensando en si seré suficiente para esta vida o para la otra. Lo aterrada que estoy por lo que viene. En esta o en la otra. Siempre esa eterna decisión.... Si en esta o en la otra.

¿Qué tanto valdré? ¿Existe esa palabra para mí? ¿Valdrá la pena siquiera creer que existe, o inventarla? ¿Valdré la pena para tanto?

Comentarios

Entradas populares