Cómo es que sigo viva, habiendo tantas formas de morir

 Morir de pena podría ser placentero, 

si se goza de un buen vino servido en la mesita de noche, 

o en la mesa de comedor en compañía de la cena.

Morir de amor, sin embargo, es otra cosa... 

Cuando mueres de amor te ves al espejo y sos una copa rota derramando todo aquello que llevas dentro, a la espera de que alguien venga a curarte, o como mínimo llenarte otro y otro poco, por última instancia, con una esperanza de que alguien te ofrezca la promesa de que recogerá aquello derramado y lo guardará para cuando te conviertas en otra cosa... con la ilusión de que te podás convertir en otra cosa.

 Cuando mueres de amor escuchas un crepitar constante, y mientras caminas sientes que vas dejando algo de vos en cada esquina. Para llegar a casa y verte cigarrillo al espejo, observando debajo de tu ropa las cenizas y en aquel humo, yéndose unos tantos recuerdos. 

Cuando mueres de amor querés soltar lo que pesa, y al no saber identificar qué es aquello, al verte envuelta, te ahogas por completo... te pierdes por completa. 


Morir de pena podría ser placentero, 

pero de amor, cariño... 

No lo sé, te digo más cuando lo sepa. 

Comentarios

Entradas populares