Hay quienes nacemos por error.
Hay quienes nacemos por error.
Que sí, esta vida está hecha para sentir, por supuesto... Pero hay quienes sentimos demasiado.
Nacemos por error, casi por lástima de la vida hacia nosotros, hacia quienes no deberíamos estar acá. Y quizás permanecemos porque nos tiene también lástima la muerte, y así también nos miran con lástima quienes pueden notar nuestra inferioridad ante una realidad que nos consume. Nos dejamos ver tan pequeños como confundidos...
Hay quienes no solo nos cuesta levantarnos de la cama cada día, sino dar pasos, y hablar y salir y sonreír y dar unos buenos días... Nos cuesta dar unos buenos días, nos cuesta tener que avanzar en todo momento. Es ese desenvolvimiento cotidiano que rige el planeta tierra, que nos rige a los seres humanos... Esa existencia que se da por sentada de lo que no somos parte.
Hay quienes nos cuesta todo, tanto, tanto, que estamos tan conscientes de nuestra existencia que lo único que deseamos es anularla. Nos pasamos el día pensando en eso, porque justamente no queremos estar. Y nos quedamos atrás, por supuesto, porque el resto del mundo sigue su curso, mientras nosotros estamos desenredando nudos de esa tarde, de la noche anterior a esta, o de alguna noche de hace 5 o 10 años atrás.
Nos quedamos atrás porque estamos sintiendo demasiado. Siempre demasiado... Y un día de felicidad nos cansa igual que un día de tristeza.
Que sí, aunque quizás ese día no durmamos pensando en no querer estar o no querer herirnos a nosotros mismos... pensamos en lo que se viene y el final es igual de triste.
Nos quedamos atrás porque sentimos que siempre hay algo que superar, y no es sólo el hecho de que eso exista, sino de que no somos capaces de hacerlo. No por ser rencorosos, sino por nostálgicos, sino porque, repito, sentimos demasiado. Y aunque la memoria a veces funcione a nuestro favor y muchos momentos terribles no lo recordemos... La piel, nuestro cuerpo, cada músculo que se tensionó en ese momento lo sigue viviendo.
Hay quienes nacemos por error, y estamos tan consciente de ello que por querer siempre irnos, en cada momento pensamos que ya nos vamos...
Pensamos: "Este será el año" o a veces al despertar: "Este será el día, lo siento en el cuello", aunque a veces lo siento en los dedos de mis pies... "No llegaré a casa este día". No me inmuto, porque el día sigue, como siempre, como cada día, y sólo espero el momento en el que deba dejarme ir por la vida, o por la muerte. Como dicen... La que llegue primero.
Aunque al final del día llegue a casa y me de cuenta que sólo eran ideas mías. Nadie se tragó el semáforo en rojo, ni se acercó a mí con un arma y la insertó entre mis costillas, qué se yo.
Que nos vamos, y nos vamos -pensamos- y vivimos en despedidas.
Y podemos ver la belleza de la vida. Y aprendemos a vivir porque para nosotros ese día será finalmente el día. No nos gusta guardar rencor porque ya estamos por irnos, siempre estamos por irnos...
Y mientras todo esto... estamos desenredando nudos. De una noche, o de mil.
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