Mi desvelo y mi sosiego se excusan en tu abrazo.
No despiertes,no despiertes,no despiertes.Por favor, no despiertes.Que si despiertas, querido, te apartarás de mi lado. Se esfumará ese estado de ensueños donde me abrazas y me estrujas hacia tu cuerpo tibio, siempre tibio. Donde, aún dormido, me arrullas cogiéndome de la cintura, y entrelazando tu mano con la mía.No despiertes, cariño.
Mientras... Yo lucho por no quedarme dormida. Miro tu rostro encantada, te beso el hombro y tú, dormido, me besas la frente. Tu cuerpo me habla por las noches y me encanta escucharle.Yo lucho por quedar despierta un rato y otro ratito más... Hasta que finalmente caigo. Me pesan los párpados, aprieto fuerte tu mano, y en un suspiro, un pestañeo, de pronto el sol ya está en nuestra ventana.Despierto y sigo arrullada a vos. Sé que es la hora de levantarme de la cama, y lo intento, y me detienes. En el amanecer siempre me detienes. Y yo, con todas las ganas del mundo, me quedo allí un rato más contigo. Sé que estás despierto, y sé también que aún habla más tu cuerpo que vos, que vos, vos. Que tu consciente. Porque si te dijese cómo me siento cuando estoy así con vos, entonces te despertarías realmente, me soltases de golpe y simplemente me alejarías, te alejarías con cualquier excusa lo más de torpe.
Por eso pienso todas las noches, cuando estás en ese estado de ensueños...
"Que no despierte, que no despierte". Mientras hablo con tu cuerpo.
A veces me pregunto: Vos dónde estás cuando se presenta tu cuerpo.
Tu cuerpo y vos... ¿Son uno mismo? ¿O estoy equivocada al pensar que son uno, que el cuerpo te delata, que me sigues amando?
Y qué si esos abrazos y estrujos y besos en la cabeza no son más que movimientos involuntarios que no dicen más sino una rutina pasada que el cuerpo no olvida porque no ha tenido oportunidad de olvidar. Que nada de eso es amor... Sino costumbre. Nadie sabe mejor de costumbres que el cuerpo, ¿No es así?
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