Nadie escucha el mismo silencio que yo.

 ¿Puedes callar esas voces? En cada esquina dicen algo distinto... No les quiero escuchar, estoy cansada de escucharles, estoy exhausta de no poder gritarles que se vayan.

Que no vale mi llanto, se escucha en la esquina cercana al balcón. Que no vale mi querer, susurra la esquina detrás de la puerta de entrada. Que no me sé esconder, dice a carcajadas el techo de mi supuesta habitación. Que soy una ilusa, y que no hago más que perder, esto sí que no sé de dónde viene, que ya me vacié hasta la última gota de sentido común. Que deliro sentires ajenos. 

¡No quiero delirar sentires ajenos! 

Recuerdo escuchar cosas más horribles en casa... Pero les podía gritar. Era mi hogar y les podía gritar. Cuando estaba sola con ellas les gritaba que se callaran, que yo ya sabía todas esas cosas horripilantes que me decían. Que me haría daño y les iba a doler, estaba segura. Y lo hacía. 

Pero acá... Esta no es mi casa, acá no puedo gritar, y acá temo que lo que digan sea cierto... Acá temo re- pensar y llegar a la conclusión de que, evidentemente, es cierto. 

escucho bajito "Que ni tu llanto, ni tu querer valen, querida. Estás tan exhausta como ensimismada, no te estás dando cuenta de lo que sucede a tu alrededor." 

y allí, entre risas contenidas: "Nada tiene que ver contigo, desde hace mucho que no sos la protagonista de ningún cuento. Deja de utilizar esa imaginación que tenés para crear mierda de la mierda.". 

Mamá, quiero callarlas a todas. Me pregunto una y otra vez "¿Puedes callar esas voces que provienen de las esquinas de la casa, o sigues con miedo de acercarte lo suficiente como para que te pillen despierta, hablándole a la nada" ¡Que no es la nada! respondería, pero al voltear realmente no habría nada allí. Sólo el silencio característico del miedo, mi miedo. Y ellos, en cambio, escucharán el silencio del desconcierto. 

Debo callar, mientras tanto. Mientras siga... Que es lo que hago por cobardía y lástima a mí misma. Seguir mientras... tenga... con qué escribir.