Tápate el alma, mi niña.

¿Qué creíste que iban a ser al desnudarte? 
¿Creíste que te abrazarían y te brindarían abrigo? 

Hay, niña ilusa... Te falta realidad, te falta. 

Te falta un vaso de vodka, y un cigarrillo, ya sabes, para tomar las fuerzas que definitivamente no tienes. 
¡Y eso que no dejaste ver que afilaste el cuchillo para ti, no para él! 

Esas lágrimas no te sirven para un carajo, y esas marcas en tu muñeca tampoco. 
¿Y tu coraje dónde queda? 
Ya ni siquiera tienes ánimos de fingir que te gustaría meterte en problemas, o saborear la muerte. 

Que insípida estás. 
Insípida, y dramática. ¿Y querías que te abrazaran al desnudarte? 

Ay, niña, tápate el alma, que nadie la quiere conocer realmente; todos quieren al no tú. Quieren a la sonrisa gigante, y a las florecitas en tu cabello. 
No muestres más, que nada más importa. 
El día que vayas a dejar de sonreír, que dejes de fingir que te gusta la vida, que sea porque finalmente convenciste a la muerte de que estás lista para ella. 

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