Un domingo cualquiera.

Esta noche creo que siento esa necesidad de compañía... 
Temo estar sola, temo perderlos, temo no poder cargar conmigo misma. 
(no sé dejar ir)
Un domingo cualquiera, en el que siento que mi hogar es mi hueco infinito a la miseria. 
Un domingo cualquiera, en el cual me encierro desde que abro mis ojos, llamando, aclamando a la muerte. Pero claro, la muerte no viene si se le llama; sólo si se le teme; es por eso que se contacta con la soledad, y le dice que me envuelva, que venga la soledad y me envuelva en nostalgia y miedo, y así puede la ansiedad atacar sin problemas, y así entonces voy a estar de un lado a otro en mi habitación pensando en las maneras de escapar de mí, por éste miedo a la vida, a seguir sin ellos, sin ella, sin ellas, sin mí, sin él. Perderlos, no quiero perderlos -me digo- cuando ya los perdí hace mucho. Al igual que a mí. 

Un domingo cualquiera es éste, en el que me siento tan cerca de la muerte, y no me incomoda. 
Un domingo en el cual el frío hace que me sienta viva. Donde deseo su abrazo, ese abrazo de quien me mató hace mucho. Por en eso he estado, en el deseo de ser rehén de quien me asesinó. 

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